
Descubriendo
La Candelaria































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Academia Colombiana de la Lengua


Historia
La Academia Colombiana de la Lengua, la más antigua de las corporaciones americanas, fue fundada en 1871 por un grupo de lingüistas y escritores de gran prestigio, entre ellos Rufino José Cuervo, padre de la filología hispanoamericana, y Miguel Antonio Caro. Ambos nombres están asociados a una de las grandes instituciones culturales colombianas: el Instituto Caro y Cuervo.
A lo largo de su historia, han formado parte de la Academia Colombiana destacados miembros de la política y de la cultura nacional. Desde 1960, la corporación asesora oficialmente al Gobierno de Colombia en materias idiomáticas y ha propiciado que se aprueben varias leyes a favor de la lengua española. Fue anfitriona del III Congreso de Academias (1960), en el que se presentó y se firmó el Convenio de Bogotá.
Entre las personalidades que han formado parte de sus filas se encuentran el padre Félix Restrepo, especialista en lenguas clásicas y semantista; el padre Manuel Briceño Jáuregui, también latinista de prestigio; Antonio Gómez Restrepo, el gran historiador de la literatura colombiana; el ensayista Germán Arciniegas; el latinista José Manuel Rivas Sacconi y los lingüistas Luis Flórez, director del Atlas lingüístico y etnográfico de Colombia, y Rafael Torres Quintero.
Numerosos escritores del país se han sentado también en sus sillones y, en el ámbito de la crítica literaria, ha contado con las figuras de Marco Fidel Suárez, del padre Eduardo Ospina, de Mario Carvajal y de Cecilia Hernández de Mendoza.
La Academia Colombiana de la Lengua, integrada por veinticinco miembros de número, ofrece en su portal electrónico un calendario de actividades y un servicio de consultas lingüísticas.
Recuperado de: https://www.asale.org/academias/academia-colombiana-de-la-lengua

Academia Colombiana de la Lengua
Carrera 3, 17-34
Bogotá, D. C.
Colombia
Tels.: 571 334 11 90 y 571 334 88 93.
Fax: 571 283 96 77.
Sede corporativa
La Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) y la Comisión Permanente, su máximo órgano de gobierno, radican en la sede oficial de la Real Academia Española (RAE), situada en la calle Felipe IV, número 4, de Madrid.
Aquí desarrollan su labor los delegados de las academias asociadas durante tres meses al año y, de manera permanente, el presidente, el secretario general y el tesorero.
En 2007 el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España cedió un edificio, situado en el número 187 de la calle Serrano de Madrid, a la RAE y la ASALE para instalar su centro de estudios.
En estas dependencias trabajan los equipos de Tecnología, el Instituto de Lexicografía, el Departamento de «Español al día» y el Instituto Rafael Lapesa para el Nuevo diccionario histórico del español.
Asimismo, durante seis meses al año, los alumnos de la Escuela de Lexicografía Hispánica completan el módulo presencial y teórico del máster en un aula habilitada para dicho fin. También en este centro realizan las prácticas y talleres de formación con los equipos de trabajo de las obras académicas.
Tomado de: https://www.asale.org/la-asociacion/presentacion/sede-corporativa

Becas AECID
La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, en el marco del programa «Becas para extranjeros de países con sedes de las academias correspondientes y asociadas de la Real Academia Española (RAE) para estancias de colaboración formativa», concede becas de colaboración anuales, en una muestra de reconocimiento y compromiso con el trabajo de las academias.
La mayor parte de los becarios han recibido previamente formación específica en la Escuela de Lexicografía Hispánica de la RAE y la ASALE, lo que garantiza un método de trabajo común. Las becas tienen una duración anual, prorrogable por un segundo año. En la actualidad la mayoría de las academias disponen de dos becarios financiados por la AECID, y algunas de ellas, incluso de tres, que colaboran activamente en los diferentes proyectos conjuntos de la Asociación de Academias.
CONVENIO DE COLABORACIÓN
La Real Academia Española (RAE) y la (AECID) suscribieron un convenio de colaboración interbibliotecaria, rubricado el 21 de mayo de 2015, con el próposito de «contribuir al conocimiento, investigación y divulgación de las letras hispanoamericanas, sus valores artísticos, su identidad léxica y sus peculiaridades lingüísticas». Otra de las finalidades del acuerdo es «divulgar la existencia de bibliotecas para la investigación sobre las letras hispanoamericanas y fomentar su uso entre expertos e investigadores».
El acuerdo lo firmaron, en el marco de conmemoración del 75.º aniversario de la Biblioteca de la AECID, Darío Villanueva, director de la RAE, y Jesús Gracia, secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica.
BECAS 2018-2019
En estos momentos está abierta la convocatoria de becas de colaboración para el curso 2018-2019. Las becas tienen una duración de un año, desde el 1 de septiembre de 2018 al 31 de agosto de 2019. Es prorrogable por un segundo año, siempre que su beneficiario cuente con el respaldo de la Academia en la que ha colaborado.

Un paseo por la Academia Colombiana de la Lengua
Por: Jorge Emilio Sierra Montoya
Ahí, en pleno centro de Bogotá, se levanta el enorme, soberbio e imponente edificio de la Academia Colombiana de la Lengua, fiel copia de su similar y modelo en Madrid, sede de la Real Academia Española (RAE), cerca del Museo del Prado.
Obra del arquitecto español Alfredo Rodríguez Orgaz, fue construido hace más de medio siglo, en 1960, con un estilo clásico que contrasta junto a modernas edificaciones a su alrededor; pero, sobre todo, es una puerta al hermoso barrio colonial de La Candelaria.
La Academia parece alzarse en un montículo, sobre un pequeño cerro, gracias a la gigantesca puerta de hierro forjado, pero en especial por las escalas de piedra que suben hasta la entrada principal del edificio, cuyo frente resalta sobre todo por las cuatro empinadas columnas que lo sostienen. La simple visión inspira admiración, respeto, como si fuera un templo. Y claro que lo es, pero de sabiduría.
Subiendo la escalera, como dándonos la bienvenida sobresale la estatua de Miguel Antonio Caro, cuyo autor, el escultor francés Charles Henri Pourquet, lo muestra sentado, con la mirada en alto, de corbatín, chaleco y abrigo, es decir, con la típica estampa de un elegante señor de la vieja Santa Fe.
Caro fue uno de los fundadores de la Academia Colombiana, cuyas primeras sesiones se desarrollaron en su propia casa, como a lo mejor tenía que ser en reconocimiento a este gran cultor de la lengua castellana, quien fuera exaltado, a su vez, por el Instituto Caro y Cuervo, organismo creado en honor suyo y de Rufino José Cuervo, otro miembro fundador de la Academia.
Paseo por el jardín
No entre todavía. Deténgase frente a la puerta principal y vea a su derecha, sobre la pared, un enorme escudo nacional (firmado de nuevo por Pourquet), que deja constancia del espíritu patriótico de la corporación, en el cual tanto ha insistido su actual director, Jaime Posada, a quien alguien identificó como ‘el poder de las ideas’.
Aquí es como si el tiempo no pasara. Entre palmas y pinos elevados, que simulan un pequeño bosque, y el rosal que nunca falta, más las hortensias, la naturaleza deja sentir su aroma y su magia, su paz y hasta su lucha silenciosa contra el cemento y el asfalto.
En una de las esquinas que da hacia el parque está la imagen señera del padre Félix Restrepo, calificado “el director más activo” en la historia de la Academia por alguna publicación y a quien muchos recuerdan igualmente por su labor “restauradora” en la Universidad Javeriana, por su helenismo y, claro, por su intensa gestión durante una larga década (1955-1965) que pocos esperarían de un sacerdote jesuita, fallecido a los 94 años en cabal ejercicio de sus funciones.
Pocos metros después se descubre el busto de Marco Fidel Suárez, el pobre estudiante antioqueño salido del anonimato al ganar un concurso literario en Bogotá, convocado por la Academia Colombiana (de la que llegaría a ser uno de sus miembros más ilustres), para transformarse luego en presidente de la República y autor de obras estelares como los 'Sueños de Luciano Pulgar'. Acá permanece solitario, pensativo, como invitando a la meditación.
Y por la parte de atrás, la avenida Jiménez continúa su marcha. Así vuelve a surgir la ciudad moderna, agitada, estruendosa, ajena a la tranquilidad del pequeño jardín que al fin dejamos para hacer nuestro esperado ingreso.
El saludo de Cervantes
Si Caro nos dio la bienvenida, en el vestíbulo es Cervantes quien nos saluda apenas se abre la puerta principal. Sí, el autor del Quijote, en una estatua de cuerpo entero, deja caer su fría mirada en el centro del amplio salón, donde tienen lugar importantes actos sociales de carácter académico.
Él es el padre de la lengua castellana, como que su magna obra, pionera de la novela moderna, es la máxima expresión de la literatura hispanoamericana y una de las más representativas de la literatura universal.
Nuestra Academia fue la primera de su género en el Nuevo Mundo, nacida en 1871, hace ya cerca de 150 años; Bogotá ha sido considerada, desde tiempos remotos, la Atenas suramericana por su elevado nivel cultural, en especial de las bellas letras. Por ello, Cervantes es figura principal, sobre la cual han girado múltiples disertaciones de los miembros numerarios, correspondientes y honorarios, ciclos de conferencias y hasta exposiciones de sus escritos, dados los valiosos libros incunables, con varias ediciones príncipe, que reposan en la biblioteca del segundo piso.
Y a ambos lados de Cervantes, como si estuviéramos en una corte imperial donde él es rey, se distribuyen aquí y allá bustos de académicos insignes: los expresidentes Alberto Lleras Camargo y Marco Fidel Suárez, lingüistas como Andrés Bello y Rufino José Cuervo, el poeta Guillermo Valencia y el ensayista Baldomero Sanín Cano, entre otros.
Por todo el edificio, los retratos abundan: el expresidente José Manuel Marroquín, autor de la célebre Perrilla, y exdirectores (Luis López de Mesa, José Joaquín Casas, monseñor José María Carrasquilla, Eduardo Guzmán Esponda y el padre Manuel Briceño Jáuregui), quienes conforman esa selecta nómina de lujo de la Academia Colombiana, que honra al país. Dicho esto, podemos entrar al paraninfo, escenario por excelencia de la institución. Deslumbrante, por decir lo menos.
Apoteosis de la lengua
El paraninfo es el salón de los actos solemnes. Todo allí es solemne: las sillas de los académicos, en primer plano; las del público asistente que observa, extasiado, un magnífico mural sobre la lengua castellana, al frente suyo, o las esculturas de pensadores y escritores representativos de la cultura universal, en la parte de atrás. Este escenario único, incomparable, con su forma semicircular y su pompa, con la belleza a diestra y siniestra, genera esa alegría interior que solo puede nacer en lo más hondo del espíritu humano. Es un templo de la sabiduría.
Empecemos, pues, por el mural: es gigantesco, de 10 metros de ancho por 4 de alto; es también un fresco del maestro Acuña, donado igualmente por una empresa –¡cómo cambian los tiempos!–, y de veras, según lo llamó su autor, es la Apoteosis de la lengua castellana, cosa que salta a la vista por sus personajes protagónicos de obras estelares de la literatura hispanoamericana, cuyo propósito didáctico, educativo, es evidente.
En cuanto a las esculturas, que en su mayoría son obras de Ávalos (tres son de Acuña), se trata de pensadores y escritores que simbolizan lo mejor de las culturas griega (Homero, Platón y Sófocles), latina (Cicerón, Horacio y Virgilio) y cristiana (David, Jesús –¡en el centro de todos, por haber partido en dos la historia de la humanidad!– y San Agustín), así como de la literatura moderna, desde fines de la Edad Media hasta la época contemporánea (Dante, Camoens, Shakespeare, Moliere, Goethe y Dostoievski).
Concluimos nuestro recorrido, guiados por diversas publicaciones institucionales, folletos o plegables promocionales que se reparten entre el público hasta libros como la Historia de la Academia Colombiana de la Lengua, de Guzmán Esponda, y La apoteosis de la lengua castellana y las estatuas del paraninfo de la Academia, de Horacio Bejarano Díaz, quien fue subdirector de la institución.
¿Qué tanto se conoce esta hermosa sede de la Academia Colombiana de la Lengua en Bogotá? ¿Alguna vez la han recorrido los habitantes de la capital y el resto de nuestros compatriotas? ¿O es desconocida por completo, con honrosas excepciones como son, en primer término, los miembros de tan respetable institución?
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¡Cuán bueno sería que fuera!
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